La pandemia de COVID-19 ha dejado muy claro que la salud y la economía están indisolublemente vinculadas. Las poblaciones saludables fortalecen las economías; las economías fuertes contribuyen a poblaciones más saludables. Uno no es posible sin el otro.

Las poblaciones saludables contribuyen al crecimiento económico directamente al trabajar más y brindar una mayor productividad laboral, e indirectamente al requerir menos atención (debido a menos enfermedades). Por el contrario, las poblaciones insalubres se toman más días de enfermedad, lo que reduce la oferta de mano de obra y afecta negativamente al PIB. Cuando se presentan a trabajar, a menudo se desempeñan muy por debajo de sus pares saludables, y este efecto indirecto (llamado pérdida de producción) es mucho mayor incluso que las pérdidas causadas por su absentismo.

A pesar de los estudios que han demostrado cómo una mejor salud impulsa el crecimiento económico, históricamente los EE. UU. Han visto la atención médica y la educación para la salud como un costo más que como una inversión en un activo, con un alto potencial de ganancias significativas. Esto es un error; un McKinsey reciente estudio estimó que el impacto económico de invertir en una mejor salud “podría sumar 12 billones de dólares al PIB mundial en 2040, un crecimiento anual de 8% o 0.4% más rápido”.

Dado que la crisis del COVID-19 ha puesto de manifiesto las fallas en nuestra forma de pensar sobre la atención médica, existe la oportunidad de probar un nuevo enfoque. Un primer paso podría ser invertir en programas hiperlocales que impulsen la resiliencia de la comunidad. Las comunidades son los “motores de la recuperación” e invertir en su resiliencia es la mejor manera de impulsar el crecimiento económico.

Fortalecer la alfabetización en salud, es decir, aumentar la capacidad de las personas para acceder y comprender la información y los servicios básicos de salud necesarios para tomar decisiones de salud adecuadas, es una parte clave de la construcción de la resiliencia comunitaria. Las personas adquieren y utilizan conocimientos sobre salud personal en función de sus entornos sociales, por lo que es importante aprovechar los programas que conectan a las personas entre sí en una comunidad para mejorar su conocimiento sobre salud y mejorar su salud. Es esta conexión social y la confianza (o falta de ella) entre las personas lo que construye la alfabetización en salud de la comunidad y la hace verdaderamente resiliente.

Esta es la base de nuevos modelos innovadores de atención comunitaria, que aprovechan la analítica y la psicología de la influencia para formar grupos (o círculos) vecinales duraderos, que informan, apoyan y motivan a los miembros para lograr una mejor salud. Los estudios basados ​​en evidencia han demostrado que un enfoque simple pero poderoso para crear redes vecinales confiables puede conducir a mejoras dramáticas en la salud de los participantes.

Invertir en este tipo de programas innovadores de atención comunitaria que han demostrado su eficacia puede ser un motor y un facilitador del crecimiento económico sostenible.

Share This:

Sobre el autor: Moshe Pinto, director ejecutivo de Wider Circle

Artículos Relacionados